De izda a dcha: Raquel Lucas, Almir Kapetanovic y Cristina Arpa. |
Almir nos contó que cuando estalló la guerra, en 1992, un vecino servio les dijo: "Iros, por que vendrán a mataros y nosotros no podremos hacer nada". La madre decidió marcharse con sus tres hijos a Eslovenia, a un campo de refugiados, donde estuvieron dos años. Al pasar la frontera, retuvieron a Almir porque era alto y fuerte, por tanto, valía para la guerra. Afortunadamente, tres horas más tarde le dejaron salir. Así mismo, su padre tuvo suerte porque, cuando estalló la guerra, él estaba trabajando fuera de país, si no él habría tenido que unirse al ejército bosnio.
Raquel Lucas leyó en el periódico que una ONG buscaban familias de escogida para que los niños refugiados de la guerra de Bosnia pasaran aquí el verano. Ella convenció a sus padres para acoger a un niño; este fue Mirsec, el hermano pequeño de Almir. Cuando Mirsec vino, traía con él una maleta con un pantalón, unas zapatillas y una camiseta. El chico se adaptó muy bien a la familia y regresó al verano siguiente. Como el cariño aumentaba, Raquel y su familia propusieron a la familia bosnia que vinieran a España a vivir, lo cual no fue fácil porque ellos no tenían pasaporte. Como su país estaba en guerra, obtener el pasaporte no era un trámite sencillo, por lo que a Raquel se le ocurrió hacer una verbena para recaudar dinero y así facilitar la obtención de sus pasaportes.
Después de muchas trabas administrativas y diplomáticas, consiguieron venir todos a España, donde rehicieron su vida.
En 2001, volvieron a Bosnia para visitar a su familia. Comprobaron que el país se estaba reconstruyendo pero en las calles faltaba parte de una generación, que lamentablemente yacía en los cementerios.
Con este testimonio hemos aprendido que a nivel particular no podemos parar una guerra, pero sí somos capaces de ayudar, a medida de nuestras posibilidades, a los refugiados de las guerras.
Admiramos el coraje y el tesón de la familia Lucas por su ayuda desinteresada a una familia que no conocían en principio de nada.
Andreas Jeler
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